18 julio 2008

Auster y la caja del pasado (II)

El narrador del libro está enamorado de su mujer, pero a lo largo de la novela deberá enfrentarse a una serie de sucesos que pondrán a prueba la fortaleza de su amor. La dificultad de las pruebas reside en su ambigüedad y oscuridad. Un extraño comportamiento de su mujer le hace dudar de su relación. "No sé si es realidad o ficción, pero en el fondo no me importa. Con tal de que Grace me quiera, el pasado no tiene importancia".

El pasado influye en el presente, pero a veces, parece decir el narrador, es necesario olvidarlo si queremos conservar nuestras vidas. Pero como el pasado está envuelto en oscuridad y construido tanto por recuerdos como por miedos, sospechas, palabras e invenciones, sólo podemos sostener nuestra felicidad en el presente. Para eso deberían servir las narraciones, si en lugar de mirar atrás nos concentramos en construir el futuro. "Vivimos en el presente, pero el futuro está siempre en nosotros. Puede que el escribir se reduzca a eso. No a consignar los hechos del pasado, sino a hacer que ocurran cosas en el futuro".

Eso es lo que aprende el narrador del libro de Auster, un hombre perdido, un enfermo, una persona que luchaba por recobrar el equilibrio. También termina llorando, igual que Richard, el dueño del estereoscopio. El narrador pone su esperanza en que cree que las palabras fluirán otra vez. La tragedia de Richard era que él no tenía palabras con las que construir su futuro.

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15 julio 2008

Auster y la caja del pasado (I)

En los libros de Paul Auster siempre hay una escena en la que un personaje encuentra en un desván, en un baúl o en una caja perdida en el fondo de un armario un álbum viejo de fotos, un cuaderno olvidado, un objeto polvoriento que lo transporta al pasado, donde aguarda una revelación.

La noche del Oráculo incluye la historia de Richard, un hombre insignificante de 43 años, que llevado una vida anodina “pasando de un empleo deprimente a otro, sin madurar verdaderamente” y cuyos últimos momentos de gloria los vivió jugando al baloncesto en el instituto. De trato agradable, pero “soso y apagado”, tirando a lelo. Cuando se cuenta la historia, Richard está casado, tiene dos hijas y continúa ganándose la vida con un empleo insustancial, mientras por las tardes mata el tiempo delante del televisor. Es un hombre sin relato… hasta que un día, rebuscando en una caja de cartón en el garaje de su casa se encuentra con un estereoscopio de su infancia. Un aparato óptico que permite ver imágenes en tres dimensiones, “como un álbum de fotografías en relieve”. Y dentro de ese aparato, que Richard había olvidado por completo, había doce fotos familiares tomadas el día del sexto cumpleaños de su hermana. Cuando empezó a verlas, en un instante “se volatilizaron treinta años de su vida”. Recupera un día olvidado de su adolescencia, pero no como se recupera al ver una fotografía sino como si volviera a ver a los seres de las imágenes otra vez vivos. “Todos los que salían parecían estar vivos, pletóricos de energía, presentes en aquel mismo momento, como formando parte de un eterno ahora que se había ido perpetuando a sí mismo… El estereoscopio era como una linterna mágica que le permitía viajar en el tiempo y visitar a los muertos”.

Y entonces, ese hombre anodino “sin poesía alguna” rompe a llorar. Durante dos meses mira las fotografías cada día, por las mañanas y por las noches, en el garaje, a solas, lejos de su mujer y sus hijas. Siente que ha perdido el acceso a un lugar maravilloso, a momentos de alegrías inalcanzables. Como si otra vez murieran los seres queridos de las fotografías. Richard intenta comprender lo que le ha ocurrido. Hasta que comprende que “hay que vivir el presente”, porque el pasado no se puede recuperar, sin desatender a quienes viven junto a nosotros.

Cuando se pasaba las tardes viendo la televisión no sentía que estaba desatendiendo a sus hijas, no sentía que no estaba viviendo en su tiempo. Al encadenarse a su pasado con las fotografías es cuando empieza a causar la alarma a su alrededor y cuando, incluso, se pone en peligro a sí mismo.

Pero es ese descubrimiento de la vieja caja del garaje la que le lleva a Richard a preguntarse sobre la forma en la que emplea su vida.

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07 julio 2008

Mudanza

Conmovedores petidores: Si realmente hay cinco personas ahí fuera a quienes les interesa lo que yo pueda decir y que les gustaría escribir sus ideas y pensamientos, prometo que a partir del martes 15 intentaré organizarme el tiempo para pasar por aquí todos los días. Pero habrá una especie de mudanza. Si esto era antes un hotel frío, impersonal, donde me cruzaba por los pasillos con gente silenciosa y desconocida; ahora quiero que sea el cuarto de mi casa donde guardo los libros y los periódicos y donde cuelgo las palabras de las cosas que salen a mi encuentro.

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