17 noviembre 2006

Información, opinión, desinformación

“La separación tajante entre información, opinión y publicidad forma parte del equipaje básico que nos esforzamos en aplicar a diario”, dice Joaquín Estefanía en el prólogo a la tercera edición del Libro de Estilo de El País.

El País publicó el sábado 11 de noviembre una información titulada “La juez ve delitos en los cuatro jefes de los peritos del ácido bórico” completada con un despiece informativo redactado por J. M. Lázaro con el escueto y contundente título de “Una prueba ‘delirante’”. En este despiece, escrito supuestamente con el objetivo de explicar la información principal con datos de contexto, el autor utiliza expresiones como las siguientes:

“las apreciaciones [de la juez] divergen frontalmente de las del juez [Garzón], que calificó de delirante…”, “En un auto bastante más consistente que el de la juez Gallego, Garzón dejó claro que…”, “El magistrado estableció que nunca…”, “Garzón también demostró que…, “Garzón abortó el objetivo de introducir una prueba prefabricada en el sumario […] y el propio juez se ha librado por los pelos de ser incriminado por su osadía”.

Asumido está desde hace décadas por profesionales e investigadores que el proceso informativo (desde la selección hasta la redacción de la noticia) implica una interpretación, un punto de vista, un enfoque. Es frecuente en la prensa española redactar las noticias desde puntos de vista valorativos. La profesora Canel señaló, tras una investigación, que El País, El Mundo y ABC hacen opinión a lo largo de todo el periódico, en todas las secciones y en todos los géneros, incluido en la información, sobre todo a través del enfoque de las noticias.

Para Goffman, el enfoque de la información es una exigencia que tiene el periodista para lograr que el público entienda. No se comprende la información sin un contexto. El enfoque de las noticias no es un proceso consciente e intencionado, sino que es una actuación inconsciente que surge de la particular forma de ver el mundo que tiene el periodista, su ideología, creencias, educación, prejuicios, sensibilidad. Pero no solo influyen factores individuales en la enmarcación de las noticias. También intervienen elementos sociológicos u organizativos (Splichal, 1994): fuentes, rutinas, criterios de noticiabilidad, horarios y otras exigencias del medio, competencia, presiones externas, etc.

¿Significa esto entonces que se ha roto la clásica separación entre información y opinión?

Es posible que valorar las noticias se una forma eficaz y lícita de ayudar al lector a entenderlas. A menudo el problema no es el conflicto entre información y opinión, sino entre la información y la desinformación. Valorar una noticia puede ser una forma de explicarla y, si se hace con transparencia y honestidad, es aceptable. Pero es inaceptable utilizar la opinión para falsear, tergiversar y manipular los hechos.

Forma parte de la esencia del periodismo interpretar la realidad. Por eso el periodista que firma el texto principal de la noticia de El País, José Antonio Hernández, destaca el dato de que la juez Gallego es “candidata de la conservadora Asociación Profesional”. Decir que ha tomado una decisión “diametralmente opuesta a la del juez Garzón” es una interpretación valorativa que puede ayudar al lector a entender la noticia. Escribir que Garzón ya demostró, estableció, dejó claro sobrepasa los límites de la interpretación y, puesto que un juez de instrucción no se dedica a demostrar, también se sale incluso del ámbito de la opinión para caer en lo inexacto y la falsedad, por lo tanto en la desinformación.

Un artículo interesante y oportuno sobre este tema: Reporteros. De José Javier Esparza: "Un rasgo típico de la televisión actual es la confusión de géneros. Así, tenemos programas de entretenimiento que incluyen opinión (lo que hacía Sardá o lo que ahora hace Buenafuente), tenemos programas de información cada vez más llenos de entretenimiento (hacia eso van los telediarios) y tenemos programas de opinión con aire de espectáculo, con su micrófono interruptus y público que aplaude. Añadamos los gallineros rosa, donde uno ya no sabe si los periodistas van a contar cosas o a opinar sobre la marcha del mundo".

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06 noviembre 2006

Elogio del Periodismo Lento


Una de las principales características del Nuevo Periodismo es la velocidad. Durante la celebración del Congreso Internacional de Nuevo Periodismo en Valencia me llamó la atención el ritmo frenético con el que los blogueros escribían sus crónicas mientras el conferenciante realizaba su exposición. Alguno incluso, en el turno de intervención del público, expresó en voz alta el orgullo que sentía por esa difusión simultánea de información. Ya no había que esperar a la edición del día siguiente de los periódicos, ni al telediario de la tarde, ni al boletín radiofónico de la hora siguiente, ni siquiera a las noticias de los diarios digitales que aparecerían en cuestión de minutos.

Los blogueros (estupendos periodistas, jóvenes audaces y veteranos, a los que tuvo la suerte de conocer) ofrecían la información al instante. Pero ¿qué se gana con esa pasión por la velocidad? ¿No corremos el peligro de convertir el periodismo en un ejercicio de apresuramiento, un loco frenesí en un momento en el que la prisa es justo lo que menos necesitamos? Los blogueros parecían todos encerrados en un circuito de Fórmula 1 que no llevaba a ningún sitio, obsesionados todo el tiempo con el tiempo, atrapados en un torbellino que les obligaba a escribir pronto y rápido. ¿De qué sirve invitar a la participación del público en los debates si los comentarios de un blog se suceden a un ritmo tan veloz?

Carl Honoré escribió un libro para poner en tela de juicio la obsesión por hacerlo todo cada vez más rápido, para reflexionar sobre la enfermedad del tiempo que sufre el mundo, con la intuición de que “correr no es siempre la mejor manera de actuar”.

Yo creo que tampoco en periodismo lo más importante sea la velocidad. Por eso este blog se renueva sólo una vez a la semana, para que las ideas maduren e incluso languidezcan y se marchiten lentamente, si eso es lo que se merecen. Esta entrada es un elogio del Periodismo Lento.

Estaremos de acuerdo en que lo único que permite la velocidad es llegar antes a un sitio, sea cual sea, llegar antes aunque sea para equivocarse o para estrellarse. Y, sin embargo, la velocidad se presenta como la solución a todos los problemas de la vida, sin tener en cuenta que puede haber ciertas cosas que no por hacerlas rápido salen mejor, porque requieren tiempo y lentitud. Hacer esas cosas de forma acelerada se cobra un precio en calidad. El periodismo es hoy, más que nunca, una de esas cosas que está pidiendo a gritos un poco de calma, un ritmo más lento.

Porque la velocidad era una virtud indudable cuando un avance tecnológico permitía que las noticias de un país lejano llegaran un mes antes, por ejemplo, y que uno se enterara de la muerte de alguien antes de que se celebrara el funeral. Una noticia no es noticia si te la cuentan cuando ya la conoces. Eso es evidente. Por eso hay que procurar ser los primeros en llevar las noticias al público. Pero eso tenía mucho más sentido antes que ahora, cuando todo lo que puede conseguir un medio es contar algo unos pocos segundos antes que los demás. Hoy, en la era de Internet, cuando lo urgente ya es instantáneo, ser el primero ya no es lo importante. Cuando todo el mundo lleva una cámara en el bolsillo ya no puedes aspirar a ser el único que capta una imagen.

Si el periodista acepta esta realidad podrá empezar a plantearse el gran reto de su profesión, lo que de verdad dará valor a su trabajo: ser bueno, cuando ser bueno ya no es ser el único ni el primero. En este desafío su mejor método será la lentitud.

Ser bueno significa lo de siempre: preciso, exacto, justo, reflexivo, profundo, ameno.

La velocidad impide ser bueno. “Cuando nos apresuramos, rozamos la superficie y no logramos establecer verdadero contacto con el mundo o las demás personas”, dice Honoré. Y precisamente de eso es de lo que se nutre el buen periodismo: del contacto con el mundo y con las personas.

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