20 octubre 2008

Millás, el periodista fronterizo

Juan José Millás, ganador de los 601.000 euros del premio Planeta el año pasado, consigue un año después los 20.000 euros del Premio Nacional de Narrativa, concedido por el Ministerio de Cultura, por la misma novela. Para el jurado, la novela ‘El mundo’ es la mejor de todas las publicadas por autores españoles el año pasado.

Seguramente el crítico Rafael Reig no ha llegado a leerla, pues, como confesó en un comentario a la noticia de la concesión del Planeta al escritor valenciano, un buen día dejaron de interesarle las novelas que escribía Millás, “quizá el mismo día (puede que fuera jueves) en que dejaron de interesarle a él las novelas que él mismo escribía”. Su faceta de columnista, en cambio, todavía le interesaba por aquellas fechas: “Lo que sigo leyendo con gran interés son sus columnas. Millás forma parte de ese grupo de novelistas algo impostores porque, en realidad, son grandes articulistas. Millás es uno de los mejores en ese género”.

Quizá esta última reflexión de Millás le haga cambiar de opinión. Salió publicada en El País Semanal el pasado 5 de octubre. Yo leí este artículo por casualidad, porque hace tiempo que dejé de leer, además de sus novelas, sus columnas. Se titulaba 'Un hombre fronterizo' y se trataba de un breve perfil de González Pons.

“Se llama Esteban González Pons, es el portavoz del PP, y su trabajo consiste en reír como el de otros en llevar la contabilidad. En las entrevistas busca el chiste con la desesperación con que el boxeador viejo busca las cuerdas. Esta fotografía profidén, como todas las suyas, ilustraba una entrevista terrorífica, aparecida en El País, en la que se declaraba un extremista de centro (je,je, qué gracia) al modo en que Aznar se declaraba un fanático de la normalidad. Fanática de la normalidad fue la Inquisición. Fanáticos de la normalidad fueron Hitler y Franco y Pinochet y Videla. Fanáticos de la normalidad son Ratzinger y Bush. La normalidad está llena de fanáticos, por eso cuando detienen a un psicópata resulta que era un tío normal. Lógico.
Se ahorcó él sólo, sin necesidad de que le echara una mano el entrevistador, al asegurar, entre otras tonterías, que al PP le pasa lo mismo que al Partido Demócrata norteamericano, cuyo mensaje llega muy bien a los intelectuales, pero sin conmover al pueblo. No citó a un solo intelectual, quizá en la convicción de que decir intelectual del PP constituye una aberración desde el punto de vista del sentido. Esteban Pons procede de Alianza Popular, un partido que temía a Adolfo Suárez y que estuvo en contra del aborto, del divorcio y de la Constitución. No pasa nada. Como él mismo dijo al final de la entrevista, “yo siempre he actuado conforme al momento”. Se encuentra en la frontera entre el reality show y la política basura. Cayó de este lado, pero habría hecho más carrera en Gran Hermano”.


No se trata de un artículo humorístico. Se incluye en una sección seria en la que cada semana se interpreta una imagen, en este caso la de un sonriente González Pons.

Para escribir esto ¿no se necesita sentir mucho odio hacia el PP (Pons sólo es el pretexto para identificar una vez más al PP con la Inquisición y otras formas de fanatismo)? ¿No se necesita sentir un gran desprecio por el lector para utilizar argumentos tan burdos? ¿No se necesita sentir una total indiferencia por la verdad?

Millás ha ganado en los últimos años el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes y el 'Francisco Cerecedo', que otorga la Asociación de Periodistas Europeos.

De merecer algún premio el artículo que se está comentando no sería de periodismo, tampoco de ficción. Quizá el de un género nuevo y en auge: entre el periodismo basura y el reality show.

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09 octubre 2008

El reflejo de momentos vitales


En el segundo tomo de sus memorias (¡Tierra, Tierra!), Sandor Marai rememora su dedicación al periodismo. Echa de menos lo que su trabajo como periodista tenía de “diálogo cotidiano” con el lector. Como escritor de novelas, destaca del estilo periodístico el necesario equilibrio que tiene que mantener entre la inmediatez y fugacidad del mensaje y la seriedad que requieren los temas que se abordan por su importancia para la vida cotidiana de los lectores. Esa relación estrecha con el lector unida al esfuerzo por captar con la mayor fidelidad su realidad de cada día obligaba a los escritores de periódicos a mostrar los fenómenos cotidianos, “efímeros pero densos, con un gesto muy ligero, haciendo así evidente que en lo efímero había algo mágico, profundo y eterno”. Así, el buen periodista escribía sus artículos “como el número que ejecuta un equilibrista al levantar un objeto pesado con un solo dedo y sostenerlo como si no tuviera peso alguno”. ¡Qué buena metáfora sería esta para aplicarla, por ejemplo, a un buen reportaje que lograra hacernos entender las repercusiones que la crisis financiera mundial está teniendo en las vidas de la gente! Esta comparación del periodista con un equilibrista ejemplifica bien el reto más inmediato al que se enfrenta cada día el periodismo escrito: hacer interesante lo importante. Ese equilibrio posibilitaba a los periodistas de los que habla Marai “reflejar momentos vitales” con tal “veracidad y encanto” que la calidad de sus piezas se podía equiparar a la de la mejor literatura. (Marai, 2006: 391).

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