Información, opinión, desinformación
“La separación tajante entre información, opinión y publicidad forma parte del equipaje básico que nos esforzamos en aplicar a diario”, dice Joaquín Estefanía en el prólogo a la tercera edición del Libro de Estilo de El País.
El País publicó el sábado 11 de noviembre una información titulada “La juez ve delitos en los cuatro jefes de los peritos del ácido bórico” completada con un despiece informativo redactado por J. M. Lázaro con el escueto y contundente título de “Una prueba ‘delirante’”. En este despiece, escrito supuestamente con el objetivo de explicar la información principal con datos de contexto, el autor utiliza expresiones como las siguientes:
“las apreciaciones [de la juez] divergen frontalmente de las del juez [Garzón], que calificó de delirante…”, “En un auto bastante más consistente que el de la juez Gallego, Garzón dejó claro que…”, “El magistrado estableció que nunca…”, “Garzón también demostró que…, “Garzón abortó el objetivo de introducir una prueba prefabricada en el sumario […] y el propio juez se ha librado por los pelos de ser incriminado por su osadía”.
Asumido está desde hace décadas por profesionales e investigadores que el proceso informativo (desde la selección hasta la redacción de la noticia) implica una interpretación, un punto de vista, un enfoque. Es frecuente en la prensa española redactar las noticias desde puntos de vista valorativos. La profesora Canel señaló, tras una investigación, que El País, El Mundo y ABC hacen opinión a lo largo de todo el periódico, en todas las secciones y en todos los géneros, incluido en la información, sobre todo a través del enfoque de las noticias.
Para Goffman, el enfoque de la información es una exigencia que tiene el periodista para lograr que el público entienda. No se comprende la información sin un contexto. El enfoque de las noticias no es un proceso consciente e intencionado, sino que es una actuación inconsciente que surge de la particular forma de ver el mundo que tiene el periodista, su ideología, creencias, educación, prejuicios, sensibilidad. Pero no solo influyen factores individuales en la enmarcación de las noticias. También intervienen elementos sociológicos u organizativos (Splichal, 1994): fuentes, rutinas, criterios de noticiabilidad, horarios y otras exigencias del medio, competencia, presiones externas, etc.
¿Significa esto entonces que se ha roto la clásica separación entre información y opinión?
Es posible que valorar las noticias se una forma eficaz y lícita de ayudar al lector a entenderlas. A menudo el problema no es el conflicto entre información y opinión, sino entre la información y la desinformación. Valorar una noticia puede ser una forma de explicarla y, si se hace con transparencia y honestidad, es aceptable. Pero es inaceptable utilizar la opinión para falsear, tergiversar y manipular los hechos.
Forma parte de la esencia del periodismo interpretar la realidad. Por eso el periodista que firma el texto principal de la noticia de El País, José Antonio Hernández, destaca el dato de que la juez Gallego es “candidata de la conservadora Asociación Profesional”. Decir que ha tomado una decisión “diametralmente opuesta a la del juez Garzón” es una interpretación valorativa que puede ayudar al lector a entender la noticia. Escribir que Garzón ya demostró, estableció, dejó claro sobrepasa los límites de la interpretación y, puesto que un juez de instrucción no se dedica a demostrar, también se sale incluso del ámbito de la opinión para caer en lo inexacto y la falsedad, por lo tanto en la desinformación.
Un artículo interesante y oportuno sobre este tema: Reporteros. De José Javier Esparza: "Un rasgo típico de la televisión actual es la confusión de géneros. Así, tenemos programas de entretenimiento que incluyen opinión (lo que hacía Sardá o lo que ahora hace Buenafuente), tenemos programas de información cada vez más llenos de entretenimiento (hacia eso van los telediarios) y tenemos programas de opinión con aire de espectáculo, con su micrófono interruptus y público que aplaude. Añadamos los gallineros rosa, donde uno ya no sabe si los periodistas van a contar cosas o a opinar sobre la marcha del mundo".
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